Asustado por los planes megalómanos de su ex colega, Juzo escapa; pero, conociendo las intenciones de Infierno, se siente responsable de inventar algo que pueda defender la Tierra. Claro que no podía ser cualquier cosa. Tenía que ser invulnerable. Inmortal. Una auténtica fortaleza de hierro. Sus cimientos serían construidos con la más fuerte de las aleaciones existentes conocidas: la aleación Z. “No, insuficiente, esos cimientos son insuficientes”, debió de pensar Juzo. Tendría que ser algo más potente, un Japanium evolucionado. Una Súper aleación Z. ¿Y su motor de guerra? Por supuesto, un núcleo fotoatómico. Nacería así un verdadero defensor de la justicia y de la paz, un guerrero incansable, con una actitud valiente y limpia, y la capacidad para moverse como un general en pie de guerra, sin mostrar debilidad alguna.
Juzo empieza a crear el robot en su laboratorio. No obstante, siente que su creación no está completa. Le falta algo, aunque no averigua qué es. Desgraciadamente, no tarda en llegar el día en el que su viejo compañero de fatigas, decide comenzar su ataque contra la humanidad, empezando por Juzo para acabar así con la única persona que podría arruinar sus planes.
Tras uno de esos terremotos que asolan Japón con tanta frecuencia, Koji Kabuto, nieto del doctor, acude a visitarlo para averiguar si está bien. Al llegar, ve un gran boquete y se apresura a asomarse para ver qué es aquello.
De este modo, Koji encuentra el laboratorio secreto que el doctor Juzo escondía en su propia casa. No obstante, aquella imagen pronto es sustituida por el descubrimiento del cuerpo moribundo de su abuelo, atrapado bajo una viga. En ese momento, el doctor se da cuenta de lo que le faltaba a su creación, a su gigante invencible: un espíritu, un espíritu humano, indomable e indoblegable por naturaleza. Alguien testarudo pero calculador. Una persona que haya conocido el sufrimiento y que sepa qué es la bondad. Y su nieto Koji es la persona perfecta para ocupar ese puesto.
Juzo usa su último aliento para explicar a su nieto todo lo acontecido en la isla de Rodas y advertirle de la existencia del Doctor Infierno. Le dice que Mazinger Z no es un juguete y que, una vez tome la decisión de pilotarlo, estará en sus manos el destino del mundo. A él le corresponderá elegir si ser un dios salvador o un demonio destructor.
Con este original y arrollador prólogo, daba comienzo la primera serie de televisión y, salvando algunos detalles mínimos, el cómic; varios capítulos repletos de emoción, lucha, sacrificio, sorpresas y sobresaltos. O, al menos, así preferimos recordarlo.
El manga original, a pesar de su éxito, nunca se extendió tanto como el anime. Esto se debe principalmente a que la serie iba dirigida a un público infantil, mientras que el cómic iba dirigido a un público más adulto y exigente con el guión. De ahí que la serie eliminara mucha violencia y dramatismo y construyera historias más simples e independientes.
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